
Una mañana la chica despertó, y dio cuenta que ya tenía sus dulces 16. No recordaba lo que tenía que hacer, todo era confuso, rápido, tranquilo. Recién había nacido. Para conocerse se miró al espejo y contempló que habían crecido gemelas en un sector de su jardín corporal.
Sus ideas eran simples, en vez de construir cosas, le parecía más acertado e ingenioso desarmar cosas, tal como lo hacía el hijo de Roberto Matta.
Tal es el caso de toda chica novata, que no se atreve a destruir todo por completo, entonces prueba con un rompecabezas, el cual puede armar y desarmar cuántas veces se lo dictaran sus impulsos. De un cajón de duraznos, sacó una huincha adhesiva. Se miró al espejo y comenzó a momificar sus gemelas con guinda. Mientras lo hacía levantaba las cejas en señal de aceptación al ver cómo le quedaba su obra maestra. Le resultaba excitante realizar algo que se relacionara con una de sus pasiones, la historia. En este caso podía reactualizar la momificación que solían hacer las grandes primeras civilizaciones. Eso si a su manera, en su estilo, dándole su propio sentido. Para ello era menester fusionar su estilo con lo objetivo. Ella añoraba la inmortalidad.
Además quería dejar la rutina de los días profanos y probar al menos uno que fuese sagrado, al tratar de hacer contemporáneo algo que no correspondía a su presente histórico.
¿Presente histórico?. Lolita mira un calendario y no tiene año, sólo aparece una X, es decir es el año X, pero por alguna razón sabe que lo de las momias se realizó antes de su existencia.
La creación era necesario jolgorizarla, pero antes de pensar el cómo, dónde, y en qué forma la haría, era necesario esconder su última o talvez primera travesura.
Se da vueltas por la casa mitad piedra, mitad madera con piso subterráneo, todo era oscuro, pero lograba olfatear el aroma de la luz del sol. De pronto decidió vestirse y sacó algunas pilchas de su mochila de género anudada con pitilla gruesa y con un sólo tirante de la misma.
Tomó un abrigo negro que emanó una lluvia de polvo y moscas, una sudadera larga blanca, pantalones y zapatillas grandotas.
La dieta de Lolita se basa en huevos que le proporciona su mascota, la gallina juliana. A diario come huevos podridos, porque a ella le gusta que tanto sus entrañas como su estómago se pudran también.
La chica decide celebrar su nueva obra en un cerro, y lleva consigo su alimento favorito, huevos podridos y agua que consigue juntando las goteras que llueven en la casa.
Al salir de la casa se vislumbra el gran monte, lo sube, hay mucho sol, pero la chica no suda, es inmune al sol, quizás porque está acostumbrada a su oscuridad, y eso la hace rechazar inconscientemente lo opuesto o no semejante.
Entre más escala, una brisa le acaricia la cara. Luego es un viento, el que no es capaz de moverle un solo pelo, ya que la chica lo tiene corto, y un perfecto peinado que lo hace inamovible.
En la caminata ella rebusca en su bolsillo y encuentra una grabadora, que viene con un gran cordón umbilical, unos audífonos. Se decide a ponerle rec y grabar todo el sonido del aire, el viento y todo lo que éste expresa. Mientras camina y graba, adorna sus oídos con los audífonos con el objeto talvez de escuchar un más allá, algo más profundo de lo escuchable.
(Su idea era grabar todo ese momento especial, el antes, el presente y el después)
Ella llegó a una especie de pradera o estepa, de tierra y arbustos, muchos de ellos eran litres. Se detiene cerca de unos huérfanos pastizales secos. Mira hacia arriba y siente que es el momento de hacer una madriguera. Entre suspiro y suspiro, sus manos cavan en la tierra. Extrajo tierra quizás por muchas horas, pero no tantas para que la luz del día desapareciera.
Ahora es el momento de realizar la creación cósmica que esperó desde no sabe cuando. Lola se introduce en la madriguera y comienza a tirar sus ropas afuera del hoyo. Enjabona su cuerpo desnudo con la fetidez de los huevos podridos. Se siente extraña, tiene miedo y a la vez una cosquilla de la cual quiere escapar o hacer que cese el recorrido por su envoltorio.
En el piso la poca vegetación está como inerte, vegetal, en coma o congelada. Es como si algo se hubiese detenido. Lolita también se contagia con lo que existe a su alrededor, pero no sabe el por qué se encuentra pasmada en su lecho de tierra.
Pero de pronto hay algo más azul que el cielo, y que logra penetrar en sus ojos y distraerlos. Es un par de pupilas azules que la miran fijamente. No hay palabras ni tiempo para algo que pensar.
Diez garras ásperas comienzan a examinar su cuerpo exhaustivamente. La niña se deja, sin hacer ningún movimiento como si fuera algo de lo cual no tuviera otra opción. Lo que si la nena puede notar es que las manos están ornamentadas con un reloj, que delata que la hora es mucho mayor a la que ella hubiera imaginado. Stop! No hay palabras ni tiempo para algo que pensar.
A estas alturas la chica se encuentra salpimentada de tierra, y aquello que es dueño de las tijeras sin filo, comienza a alimentar a esa tierra hambrienta. Semillas y más semillas negras se depositan en la tierra. Y así el cofre del tesoro va creciendo, se va haciendo más rico, poderoso. Por momentos Lola se sintió como la “Tía Rica”.
Ya no se ve nada, hay una niebla que no deja verse ni los pies, ni lo que ha sucedido. Algo pasó...
Otra vez caminando quién sabe por dónde y ya vestida, Lola tropieza con algo, en realidad sus manos se golpean contra un letrero, que mirándolo con lupa parece una parada. Decide esperar algo. Al cabo de un rato pasa un viejo ferrocarril que ella hace parar y sube.
(¡Abre los ojos Lola!.) Se oye un sonidazo, parece una bomba. Es otra parada. La chica abandona el transporte que la trajo. Camina y observa. Hay letreros que dicen cosas que cambian con luces fluorescentes. Es un túnel, hay vagones con mucha gente al interior, que van en direcciones contrarias de forma casi incesante.
Alerta, y luego de pensar un rato. Gana una apuesta, nada, que ya es algo. Es el metro.
Las paredes del metro parecen asfixiadas de afiches, letreros, fotos... Lo que sea.
Nuevamente hay una parada en el metro, pero esta vez, es de comprobación. Algo flechó y dejó inmóvil el cuerpo de Lola. Es una afiche publicitario de una chica, utilizada para promocionar una marca desconocida de jeans, y que en su tronco viste una polera idéntica a la de Lola.
Las manos, el cuerpo, y el todo de Lolita se rinden al afiche. El pegafix del cuerpo con el afiche culmina con los aun rojos labios de Lola Lane besando atontada la foto. Y ahí se queda, ¿Por cuánto tiempo?. Nadie sabe.