Monday, July 03, 2006

¿Qué haces cuando apestas tanto, que ni tu misma te aguantas el aroma a podrid0 que emanas? Pero en realidad te apestas tu misma y te apesta todo el resto.
La maldita cólera es la que me tiene enferma hasta en los sueños. La envenenada sangre que circula por dentro de ese envoltorio es la que ha ido matando lentamente todo lo que tenías o las sobras que aún conservabas.

Alguna vez cambié un sueño por otro, pero ahora no tengo nada. Las migajas se me van de las manos, hasta las más quemadas y añiejas.
¿Es posible que me haya secado tan rápidamente o haya pasado de moda en la selva? Ni idea, pero nisiquiera me molestaré en saberlo, porque eso te congela aún más.

La historia es tan precaria que siquiera alcanza para libreto de cine desmemoriado o para una "Verónica decide morir ".

Sales afuera y tratas de respirar, pero solo exhalas cenizas de una enfermedad más en agonía constante que crónica de la más soberana estupidez.

A ratos intentas limpiarte con una apología barata que no sirve ni para que te publiquen en el chantómetro.

Al parecer en todas las escuelas que he estado no he aprendí nada o quizás memoricé como loro pero no aplico nada. Esto es tan estúpido como que todavía no supero la fobia a los ratones.

Maldito el día en que las lombrices cerebrales me hicieron pensar que estaba sana de un virus que por lo menos tu misma creaste.
Es como aquella enfermedad fraudulenta y estafadora que te da días soledados, antes que pasé a la carta agónica.

Pero más terrible es tener una tristeza más vulgar y criminal, que no es posible ni eliminarla con raid o cualquier desinfectante.

Parece que el siglo de las luces se te fue y ahora "El especial" sufre de un alzheimer mudo y que solo sirve para ser merienda de el contenedor de basura.

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